¿QUÉ SIGNIFICA TENER UN CUERPO BELLO? ¿COMO CONSEGUIRLO?
Los cánones de belleza corporal masculinos y femeninos, al igual que el ideal de belleza facial, han ido cambiando a lo largo de la historia de la humanidad.
En la época prehistórica un cuerpo de mujer era considerado bello cuando presentaba unos marcados órganos reproductores, en la Grecia clásica la belleza se basaba en la simetría y la proporción y en el período barroco los cuerpos rellenitos y carnosos con una piel muy blanca eran el referente ideal en ambos sexos.
Estos son algunos ejemplos que podemos señalar.
Y ya, centrándonos en una etapa más cercana, seguimos constatando esos cambios:
En el siglo XX el canon de belleza masculina retoma el ideal griego y se mantiene fiel al mismo a lo largo de esta época, aunque destacan dos modelos masculinos que se alternan o conviven en las distintas décadas: uno más rudo, recio, musculoso y varonil, y un segundo de gran belleza física, un tanto feminizado y sensible.
El ideal de belleza femenina es, en este siglo, más cambiante: En la primera década su estética presentaba un cierto aire masculino y en los años 20 primaban las mujeres altas y delgadas de hombros anchos y caderas delicadas; ésta mujer delgada, atlética y femenina fue tendencia hasta los años 50 en que los modelos a seguir eran las mujeres de cintura estrecha y anchas caderas, con redondeadas y voluptuosas piernas y senos grandes que cuidaban su cuerpo.
En los años 60, con el movimiento hippy, surgió un canon desaliñado y tanto los hombres como las mujeres descuidaban su imagen personal.
Las mujeres delgadas con estrechas caderas y cuerpos estilizados y atléticos fueron el prototipo de belleza a partir de esa época, aunque en los 80 el cuerpo tonificado pero con curvas y sexy fue tendencia representado por las supermodelos del momento.
En los años 90 la tendencia minimalista se trasladó también a la imagen corporal femenina imponiéndose una estética fibrosa, de delgadez incluso extrema y aspecto andrógino.
En el siglo XXI, el ideal de belleza de la mujer, si bien persigue una figura esbelta, también ensalza las curvas; el referente es una mujer sensual, deportista y tonificada con un cuerpo más sano y natural.
En el caso de los hombres, los cuerpos delgados pero musculosos, ágiles y cuidados se imponen como canon de belleza masculina.
La búsqueda por parte de hombres y mujeres de este “ideal corporal”, ha llevado en la actualidad a un importante incremento de la demanda de tratamientos del contorno corporal mediante técnicas estéticas, médico estéticas y/o quirúrgicas.
Los problemas estéticos corporales más extendidos son la celulitis, la flacidez, la grasa localizada y el sobrepeso y, si bien la obesidad, el sobrepeso y la grasa localizada afectan a ambos sexos, la flacidez y la celulitis afectan principalmente a las mujeres, siendo esta última uno de los inestetismos corporales peor tolerados.
El sobrepeso/obesidad es un aumento del peso corporal a expensas de la masa grasa.
En cuanto a las adiposidades localizadas, se definen como depósitos de tejido adiposo normal localizados a nivel superficial en cara, tronco, abdomen o extremidades que no responden a la dieta ni al ejercicio físico.
Con respecto a la celulitis existen varias clasificaciones pero el signo característico es la denominada “piel de naranja” que afecta a más del 90% de las mujeres a nivel de muslos y glúteos, con frecuencia se asocia a grasa localizada y/o flacidez.
En cuanto a la flacidez, debemos distinguir la flacidez muscular de alteraciones patológicas del tono muscular y de la flacidez cutánea; ésta puede estar ocasionada por cambios bruscos de peso, asociada al envejecimiento o tras el embarazo (especialmente a nivel abdominal) y puede responder a causas genéticas como el síndrome de laxitud cutánea o ser de carácter constitucional. Puede o no asociarse a flacidez muscular o grasa localizada o celulitis.
En un gran número de casos, los pacientes presentan varios de estos problemas asociados por lo que es esencial hacer un buen diagnóstico para plantear los procedimientos terapéuticos adecuados a cada una de estas alteraciones.
La valoración y seguimiento de los tratamientos del contorno corporal debe incluir un adecuado interrogatorio e inspección que comprende:
Conocer si el paciente ha realizado tratamientos previos en el ámbito de la estética, medicina estética o cirugía plástica y el resultado de los mismos.
La existencia de antecedentes heredo-familiares que puedan ser relevantes.
Los antecedentes personales patológicos: Enfermedades que padezca, alergias, tratamientos quirúrgicos, toma de medicación habitual, etc.
Datos fisiológicos como el tipo de alimentación, la ingesta de agua, la función intestinal, el tipo de actividad laboral si realiza actividad física o los hábitos de sueño y de cuidado corporal, entre otros.
El análisis corporal detallado mediante una inspección estática y dinámica y la palpación nos permite valorar la presencia de sobrepeso, celulitis, adiposidad localizada, flacidez, edema, alteraciones circulatorias o estrías.
La toma de pesos y medidas del contorno corporal, que nos ayuda sobre todo para el control de la evolución del tratamiento.
En algunos casos, puede ser necesaria la realización de pruebas complementarias como analíticas o ecografías.
En función de los datos recabados tras el diagnóstico se procede a planificar el tratamiento:
Producto, técnicas o aparatología a utilizar.
Frecuencia con la que deben realizarse las sesiones de tratamiento y orientación de las necesarias para obtener resultados satisfactorios.
Recomendación de cuidados o producto domiciliario complementario si son necesarios.
Y qué pauta de mantenimiento y/o modificación de hábitos es aconsejable para que los resultados obtenidos perduren en el tiempo.
Es necesario resaltar la importancia que tiene, desde el primer momento, conocer las expectativas de resultado, transmitir qué efecto podemos conseguir y aplicar los protocolos de control y seguimiento necesarios para optimizar el proceso de tratamiento y conseguir acercarnos a nuestro propio “ideal corporal” saludable y natural.