Una dieta hipocalórica es esencialmente una dieta basada en limitar y restringir el consumo diario de calorías, de forma que no se alcance el mínimo recomendado para un individuo en cuestión con el fin de reducir el peso corporal.
La restricción y límite de calorías ayuda a consumir la grasa acumulada para conseguir energía. Nuestro organismo está preparado para afrontar períodos de escasez; al no tener el alimento garantizado, el hombre comía todo lo que podía cuando podía, utilizaba parte de la energía obtenida y la que no se consumía se guardaba en el cuerpo en forma de grasa que se iba consumiendo a medida que se necesitaba hasta tener una nueva oportunidad de comer.
Actualmente comemos de forma continuada y no siempre quemamos todas las calorías consumidas lo que lleva a que se acumule grasas; al limitar el consumo de calorías el cuerpo activa el mecanismo de quema de grasa “guardada” para obtener la energía necesaria.
Uno de los pilares fundamentales de esta dieta es aplicar la reducción calórica necesaria y adecuada a cada individuo pero siempre seleccionando los alimentos consumidos y en la cantidad correcta para que aporten los nutrientes necesarios cubriendo así las necesidades energéticas en función de su edad, sexo y actividad de modo que la salud no se vea afectada.
El segundo pilar de este tipo de dieta es la práctica de actividad física regular ya que facilita el gasto de energía contribuyendo a la pérdida de peso y a evitar la posible pérdida de masa muscular.
No debemos olvidar que la finalidad última de la dieta, junto con el ejercicio, es garantizar el mantenimiento del peso alcanzado a largo plazo; para ello hay que modificar definitivamente los hábitos alimentarios y llevar un estilo de vida activo.
Algunos ensayos sugieren que la restricción calórica aumenta la producción de cortisol, hormona relacionada con el aumento de grasa abdominal y el estrés; según estos estudios, las dietas en general y la hipocalórica en particular, podrían ser contraproducentes ya que la ansiedad, la sensación de hambre o la falta de bienestar que implican el inicio de una dieta no ayudarían a perder los kilos de más o incluso podrían propiciar la ganancia de peso.
La clave para evitar esto es no poner un plazo de tiempo al seguimiento de la dieta, ni considerarla una propuesta ocasional; el objetivo debe ser implantar un cambio de estilo de vida, siempre avalado y planificado por un profesional, no olvidando, una vez alcanzado el peso ideal, los buenos hábitos adquiridos.