Según la mayoría de los dietistas, no existen alimentos “malos”, sino dietas “poco sanas”.
Para seguir una dieta sana debemos de tener presentes una serie de criterios que la caracterizan:
Ser variada. Debe incluir alimentos de diferentes grupos: frutas, hortalizas, aceites, carnes, pescados, lácteos, huevos, azúcares, etc. ya que su combinación aporta diferentes nutrientes; ningún alimento, por sí solo, es capaz de ofrecer el aporte necesario.
Ser equilibrada. Manteniendo un adecuado balance para que el consumo excesivo de un alimento no sustituya a otro y se obtengan los porcentajes recomendados de los distintos nutrientes necesarios.
Debe ser moderada en las cantidades consumidas para mantener el peso adecuado, pero suficiente en el aporte de energía y nutrientes para mantener las funciones tanto físicas como intelectuales.
Y debe adaptarse a la edad, el estilo de vida y las necesidades fisiológicas (embarazo, adolescencia, vejez….), así como a los hábitos geográficos, religiosos o culturales; tiene que configurarse de modo que incluya alimentos a los que estamos habituados y de manera que apetezca comerla, ya que no comemos sólo por necesidad física, sino que también lo hacemos para disfrutar.
Una dieta saludable constituye la base del bienestar cotidiano, y ayuda a mantener sano el organismo en el momento actual y a reducir el riesgo de determinadas enfermedades a largo plazo.