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DIETA PROTEINADA

En primer lugar es necesario distinguir la “dieta hiperproteica” de la “dieta proteinada”.

 

Las dietas hiperproteicas, como la  Atkins o Dukan son, como dice la palabra, ricas en proteínas. El mayor porcentaje de calorías es a base de alimentos ricos en proteínas de origen animal, ingiriendo importantes cantidades de carne y pescado. Este tipo de dietas tiene como objetivo restringir el consumo de hidratos de carbono, para que el organismo queme las grasas acumuladas en el cuerpo más rápidamente. Es importante aclarar que el valor calórico que aportan es normal o ligeramente bajo.

 

Este tipo de dietas son rápidas, pero si se realizan por mucho tiempo pueden provocar efectos adversos sobre la salud. Estos efectos se notan especialmente en el sistema renal y hepático. La ingesta de excesivas proteínas y grasas puede suponer una sobrecarga renal, lo que produce aumento de la tensión arterial, del colesterol y pérdida de agua corporal. Y esto conduciría, a su vez, a un incremento del riesgo cardiovascular.

 

En cuanto a las dietas proteinadas, estas consisten en el aporte de un contenido calórico muy bajo, a base de proteínas y ácidos grasos esenciales. Se consume una cantidad menor de azúcares o hidratos de carbono, lo cual provoca que en el organismo se produzca cetosis. Un proceso por el cual el organismo estimula a la combustión de grasas para obtener energía. La cetosis y las proteínas quitan la sensación de hambre en el paciente y hacen posible la pérdida rápida de peso.

 

Si bien este proceso de cetosis puede ser similar al que producen las dietas hiperproteicas, la diferencia se encuentra en  que las dietas proteinadas llevan la cantidad de líquidos, iones, minerales y vitaminas necesarias para el ser humano, y por lo tanto no son carenciales, además los pacientes nunca reciben una cantidad de proteínas que pueda considerarse excesiva.

 

Cuando se aplica de manera racional y con un seguimiento médico adecuado, se asegura la pérdida de grasa, no de agua ni de masa magra. La diabetes o prediabetes mejora de manera franca, al igual que lo hacen el colesterol, los triglicéridos y se controla la tensión. Por lo tanto disminuye de manera real el riesgo cardiovascular.

 

Este tipo de dieta debe considerarse como un “tratamiento”, y sólo debe ser una etapa en el proceso para conseguir una alimentación equilibrada y saludable. Por lo que hay que pensar que una dieta a largo plazo no debe ser rica en proteínas.

 

Las dietas proteinadas establecen distintas fases que indican en que momento de la pérdida de peso nos encontramos. También se establece cuáles son los alimentos que se introducen o los que se mantienen.

 

La primera fase consta de un ayuno riguroso de todos los alimentos que no sean los preparados proteínicos indicados para cada dieta. Este aporte de proteínas se debe combinar con aporte de verduras  con bajo contenido en azúcares y con micronutrientes (vitaminas y oligoelementos). Nuestro especialista nos recomendará, basados en el estudio previo que se realiza, para saber el nivel metabólico que tenemos al inicio de la dieta.

 

La ausencia de hidratos de carbono de los que obtener energía, provoca la formación de moléculas de grasa parcialmente metabolizadas que se denominan cuerpos cetónicos. Estos reducen la sensación de hambre y además potencian una sensación de bienestar y vitalidad.

 

La pérdida de peso es rápida en esta etapa. Pero también es la más difícil de mantener. Las comidas y cenas consisten en productos proteicos acompañados de verduras, lo que dificulta la vida social.

 

En la segunda fase se sustituyen inicialmente la comida por una proteína animal junto con las verduras. Posteriormente se sustituye la comida y la cena, manteniendo igual el resto de comidas. La pérdida de peso es algo más lenta. Sin embargo es una fase más agradable, ya que permite alimentos “reales”.

 

La tercera fase es fundamental, pues en ella se comienza la reintroducción de los glúcidos. Esta fase debe ir acompañada de ejercicio físico. Este período es una fase intermedia indispensable para el regreso a un equilibrio alimentario. Se van introduciendo poco a poco y en un orden determinado las frutas, los lácteos, el pan, los cereales y las féculas. Se consigue así la estabilidad en el peso, por lo que la motivación y voluntad son cruciales.

 

El fin último de esta dieta debe ser aprender a mantener los resultados obtenidos, establecer una alimentación equilibrada y mejorar en general la calidad de vida.

 

 

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